Tepoztlán,  Morelos (16 enero 2011).- En la entrada  de Tepoztlán, justo a orillas de la glorieta que conduce de regreso a la  autopista Tepoztlán-México, hay un conjunto de "pirámides tubulares"  que difícilmente pasa desapercibido.
Aunque el sentido original de estos tubos de concreto sería formar  parte de las redes de drenaje profundo, se le ha encontrado una utilidad  muy distinta. El viajero curioso que se detiene a husmear la zona,  pronto comprueba que se trata de una peculiar estancia llamada  Tubohotel.
Abrió al público hace tan sólo tres semanas pero ya comienza a hacer  bastante ruido. Especialmente entre los que viajan con mochila al  hombro y van paseando por los rincones de México sin preocuparse por  lujos, pero sin olvidar la comodidad ni la limpieza.
También está llamando la atención entre los amantes de la fotografía  y los niños, pues --de cerca-- Tubohotel se parece a un área recreativa  infantil. Sólo que en lugar de estar en un parque público o en algún  restaurante de comida rápida se ubica en medio de un frondoso huerto  frutal.
Ciertamente el arquitecto mexicano Alfredo Cano supo interpretar la  petición de la chef mexicana Ana García y de su esposo, el empresario  méxico-estadounidense Robb Anderson, quienes proyectaron abrir un  alojamiento divertido, asequible y que respetara el entorno morelense.
"Nos mudamos de Cuernavaca a Tepoztlán hace seis años. De allá  trajimos nuestro hotel y escuela culinaria La Villa Bonita con la  intención de ofrecer un ambiente más tranquilo y rústico a nuestros  huéspedes. Después de un tiempo de vivir las bondades del pueblo,  pensamos en otro proyecto y decidimos crear un hostel innovador", dice  Ana.
El concepto inspirado en un campamento poco convencional es  atractivo. Hay áreas comunes para la recreación y el aseo personal, pero  cuenta con habitaciones privadas como en cualquier otro  establecimiento. Sin embargo, para llegar a este resultado la pareja  pasó por otros experimentos.
"En Cuernavaca desarrollamos el centro cultural Café5 que incluye un  centro de exhibición, un foro, un grupo de talleres para artistas  plásticos y una cafetería", agrega Robb.
En la construcción de  Café5 se utilizaron materiales reciclados: láminas de anuncios  espectaculares para las paredes, mobiliario antiguo y hasta un silo de  granos que había en un basurero. Además, con la ayuda del arquitecto  Cano, acondicionaron un tubo de drenaje profundo como baño.
Fue tanto el éxito que decidieron hacer con varios de estos tubos espacios habitacionales.
Las  20 tubo-habitaciones son lo suficientemente amplias como para  disfrutarlas con comodidad, en cada una caben dos huéspedes. Miden 2.10  metros de diámetro y 3 metros de largo. Dentro de ellas se puede estar  de pie y jamás se tiene la sensación de enclaustramiento. Incluso, el  espacio es mayor que el ofrecido por el compartimento de un tren.
Además de una cómoda cama matrimonial, ventilador, espacio para  equipaje y una lámpara de lectura, los huéspedes pueden disfrutar de una  agradable temperatura sin importar la estación climática debido a que  los tubos son térmicos. Merece la pena recordar que, incluso durante el  invierno, la temperatura tepozteca es muy agradable. Y por si esto no  bastara los dueños garantizan en su publicidad lo siguiente:
"Los tubos están aprobados para calentar hasta los pies más fríos. Sin embargo, los corazones calientes no se pueden curar".
Cabe  advertir: no hay tele, pero sí red inalámbrica. Sobre todo, hay que  estar mentalizado para salir del tubo cada vez que se requieran utilizar  los servicios sanitarios. Estos últimos se encuentran en unas  instalaciones ubicadas a pocos metros de las habitaciones.
Cada conjunto, tanto el de mujeres como el de hombres, está  subdividido en área de lavabos, inodoros y regaderas individuales. El  hotel proporciona el servicio de toallas, no obstante hay que estar  seguros de empacar sandalias y una buena bata.
"Esperamos que estés cómodo pero que no te sientas como en casa.  Deseamos que tengas una experiencia relajante, lejos de tu ciudad",  agrega Ana.
Al tratarse de un hotel poco convencional no hay un  lobby formal, como el de esos hoteles que suelen tener sillones  incómodos y paredes tapizadas con obras de arte que pocos comprenden. A  cambio, los huéspedes pueden convivir en torno a una huerta orgánica  morelense, en la que hay árboles típicos como ciruelos, guayabos y otros  árboles frutales.
En Tubohotel, al que sus dueños prefieren referirse como un hostal,  reina un ambiente juvenil, se propicia la convivencia entre los viajeros  y se promueven atractivas actividades. ¿Qué tal la lectura de un libro  bajo la sombra de un árbol y a la luz de la música ambiental? ¿Se te  antoja organizar un picnic ya que no hay servicio de restaurante? Si te  gusta la gastronomía, también es posible concertar una clase de cocina  tradicional morelense con la chef Ana, sólo que hay que ir a La Villa  Bonita, la otra propiedad de los dueños en Tepoztlán.
Tras pernoctar en esta singular estancia y ver las estrellas, Ana y  Robb también recomiendan probar diversos antojitos en el mercado de  Tepoztlán, visitar el templo prehispánico del Tepozteco, el convento de  Nuestra Señora de la Natividad o dejarse mimar con algún tratamiento de  los afamados spas que hay tanto en este Pueblo Mágico como en el vecino  poblado de Amatlán de Quetzalcóatl.
