MILENIO
 
Cubículo Estratégico
Carlos Mota
 ¿Debemos celebrar cuando desaparece un competidor? ¿Cuál debe ser la  actitud frente a la derrota del de enfrente? ¿Es motivo de fiesta o es  una ocasión para la reflexión?
 Muchas de estas preguntas ejercen presión en el sistema de libre mercado  sobre los directivos que controlan las empresas que triunfan. Tal es el  caso de Aeroméxico, que ha quedado como la firma triunfante frente a  Mexicana.
 En días pasados el público consumidor ha estado más alerta a los precios  de Aeroméxico, y la gente de negocios empieza a preguntarse con  frecuencia cuál será el destino estratégico que tome esta firma desde  los escritorios de José Luis Barraza y Andrés Conesa.
 Han habido tres reacciones de esta empresa frente al caso Mexicana. Una  fue, hace varios días, publicar desplegados transmitiendo el mensaje de  que Aeroméxico es una empresa que perdurará y que seguirá ahí, sirviendo  al consumidor. La segunda ha sido la explosión de nuevas rutas, nuevas  frecuencias a sus destinos y nuevas configuraciones en aviones para  tener más asientos disponibles. La tercera ha sido la elección de la  cautela y hasta cierto punto, el silencio.
 Pero este es un momento fundamental en la historia de Aeroméxico. Si se  quiere, es un problema feliz, porque puede aprovechar la coyuntura  rápidamente. No obstante, no es un problema sencillo, porque durante  esta transición pudiera enfrentar mucha disonancia en la mente el  consumidor, que hoy se encuentra muy alterado por el derrotero que ha  tomado el caso Mexicana (ya hay mucha gente que está diciendo que  Aeroméxico ha subido exorbitantemente sus precios).
 En pocas palabras, estas semanas son la ventana más grande que tiene  Aeroméxico para decidir cómo quiere fortalecer su posicionamiento y cómo  quiere construir su personalidad de largo plazo. Vaya, si su estrategia  ya era oro, ahora tendrá que migrar a ser platino.
 ¿De qué está hecho Aeroméxico? Lo veremos en estos días. No será  sencillo, porque las líneas pequeñas se están moviendo velozmente; y por  la “casualidad” del downgrade que sufrió la aviación mexicana  al ser rebajada de nivel en los aeropuertos estadunidenses (el evento  suena a proteccionismo estadunidense, de ese fino, de ese sin  aranceles...).